Apotegma sobre la negación de la propia voluntad

Padres del desierto

Padres del desierto

«Un hermano vino a Scitia y quería ver al abad Arsenio. Y como otros hermanos le aconsejaran que descansase un poco, respondió: «No comeré pan, hasta que haya conseguido verle».

Entonces uno de los hermanos le condujo a la celda del abad Arsenio y llamando a la puerta entraron los dos. Después de acogerlos y hecha oración se sentaron. Pero como el abad Arsenio callase, aquel que había traído al hermano, dijo: «Yo me voy», y también aquel que había venido con tan gran deseo, al ver que el abad Arsenio no hablaba nada, estaba callado por vergüenza, y dijo: «Yo también me voy contigo, hermano». Y así los dos se marcharon.

Pidió entonces que le llevasen a ver al abad Moisés, que se había convertido siendo ladrón, y recibido por él, le trató con gran caridad.

El hermano que le había acompañado a donde estaban los dos, le dijo: «Ya has visto a los dos que deseabas, ¿quién de los dos te agrada más?«. Y dijo: «A mí me parece mejor el que nos recibió bien y nos alimentó bien».

Al conocer esta sentencia, uno de los Padres oró al Señor, diciendo: «Señor, te ruego que me aclares esto, porque uno de ellos por causa de tu Nombre huyó de ver y tratar con los hombres, el otro está abierto a todos también por tu Nombre». Y vio en éxtasis dos naves en un río: en una de ellas vio al Espíritu Santo en silencio y paz navegando en compañía del abad Arsenio; en la otra vio al abad Moisés y a los ángeles de Dios que introducían entre sus dientes pan y miel».

«Apotegmas de los Padres del desierto». Monasterio de las Huelgas, Burgos 1990