– En el Evangelio de San Juan, capítulo 11, Lázaro ha muerto, los discípulos piensan que solo está enfermo. Siguiendo la voluntad de Dios, Jesús quiere volver a Judea para resucitarlo. Los discípulos le dicen:
«Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?». Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».
¿A qué se refiere? ¿A que Él es la luz del mundo?
– Sí. Según mi parecer alude a uno de dos significados o a ambos tal vez. Por una parte alude a llevar a Cristo en sí, en el corazón, y por tanto uno camina a la luz del día. Y podría ser también que caminar de noche se refiera a vivir en «lo bajo», en la oscuridad que implican las pasiones.
A Jesús nada podía pasarle que no fuera la voluntad de Dios. Él lleva la luz consigo, el Padre y Él son uno junto con el Espíritu Santo, por lo tanto no caben los temores de los discípulos, porque a Él le pasará lo que deba pasarle según Su Plan.
En realidad, esto cabe también para todos aquellos que se entregan o confían en Dios. Y a mayor confianza, más luz, y más «acierto» con el Plan divino. No porque esta luz interior permita deducirlo como si se tratara de un plan humano, sino porque intuitivamente la persona en gracia y entregada actúa fluidamente dentro de lo que Dios quiere, casi sin darse cuenta.
– ¿Incluso a veces pensando que no está cumpliendo Su voluntad?
– Claro, eso es la mente pensante o analítica que siembra dudas y consideraciones, e implica en cierto modo la pérdida transitoria de ese estado de entrega. La deliberación y el análisis son en verdad, en estos casos, un cierto freno a la fluidez de la inspiración del Espíritu.
–¿Hay algo que una persona pueda hacer para dejarse llevar por esa «fluidez», esa inspiración del Espíritu?
– Confiar enteramente en la bondad divina, en esa Providencia amorosa y, partiendo de esa actitud, actuar con espontaneidad, teniendo al Evangelio en la «co-presencia».
Es evidente que debemos a Dios todo lo que tenemos, desde la vida misma. Por lo tanto es bueno acordarse de que Él sabe cuántos cabellos hay en nuestra cabeza y que ya nos conocía desde el seno materno. ¿Cómo no confiar?
– Porque no lo vemos, apenas lo sentimos…
– Claro, es entendible. Sin embargo, solemos confiar en nosotros mismos cuando está a la vista que somos confusos, impredecibles, cambiantes, egoístas y un largo etc.
Prefiero confiar en Aquél que hizo las galaxias y las incontables maravillas.
Sucede que nosotros vemos, como mucho, un pequeño aspecto de las cosas y de las situaciones y, aún esto, de modo parcial y subjetivo.
Él ve todo, todo el contexto universal de su propia creación. Por lo cual es de suponer (sonrío) que sus medidas y acciones deben tener algo más de sentido que las mías y que Su parecer es más acertado, aunque no me parezca o no me guste muchas veces.
– Cuando habla del parecer de Dios ¿cómo puede saber el hombre cual es ese parecer? ¿Por lo que le presenta la vida? ¿Por las alternativas que tiene ante si…?
– Tenemos dos maneras en principio, me parece:
Una es por «el mapa» que nos dejó Jesús a través de sus enseñanzas y los Evangelios en general, más el resto de la Sagrada Escritura que nos da una guía, un esquema muy aplicable a diversas situaciones.
Y por otro lado, esa especie de «voz» de la propia conciencia de cada quién, que le dice a uno que eso que va a hacer no está bien o que mejor esto otro, etc.
Aunando esas dos cosas más la actitud de confianza, todo irá bien. En todo caso, cuando se debe actuar y no hay un convencimiento completo, orar y actuar atento a la oración es entregarle la conducta a Dios.
– Cuando se presentan varias alternativas todas posibles y loables ¿está bien elegir? ¿O debemos dejar que otros elijan por uno?
– Es lícito elegir si uno siente la inclinación a hacerlo, a optar. En caso contrario dejar que los demás decidan o que la situación misma lo haga puede ser la manera de «dejárselo a Dios».
Un criterio que ayuda es atender a la paz interior que tal decisión me produce cuando me imagino realizándola. Podría valer para tener un indicador.