Estimado Mario, respecto al ego y su derrota y de la otra cara del asunto es decir la humildad, creo que se trata de la lucha principal, así como primordial fue la primera derrota que tuvo el hombre, la caída original.
Quisiera empezar a trabajar de un modo más «estratégico» si así pudiera decirse, organizado, sabiendo que lo primero es reconocer que la humildad es un don de Dios. No quiero al decir «lucha sistemática» ponerme a mi como el principal actor, ya que estaría cayendo en aquello mismo que quiero vencer.
Todos estos comentarios son para pedirle consejo sobre algún/algunos libro/s que conozca sobre el tema de la humildad y el orgullo, para crecer en la primera y aniquilar el segundo. También quisiera alguna pista psicofísica que sea un complemento para que el cuerpo ayude. Mientras no vaya contra la antropología cristiana creo que sería de utilidad.
Pistas concretas, prácticas, con base en la teoría que las fundamente sí, pero no solo que describa qué es la humildad o el orgullo sino como superarlo. Muchas gracias y un saludo en el Nombre de Jesús. Heraldo
Estimado hermano en Cristo, le agradezco la posibilidad de comentar estos temas. La atención es una herramienta imprescindible en el camino espiritual. Como dijera Monje Nicéforo, según consigna la Filocalía: «En la atención yace el poder de resistir todo lo que pueda venir».
Ciertamente y no solo lo que pueda venir desde fuera sino desde dentro, como el orgullo, la soberbia, el creerse capaz y digno de juzgar a los demás.
Conocerse a sí mismo es volverse humilde decían los Padres del desierto y para conocerse a sí mismo es menester llevar la atención hacia el mundo interior.
Si esto se hace con intención sincera, al poco tiempo descubrimos motivaciones detrás de nuestras conductas que ni sospechábamos y uno suele llenarse de espanto.
Dice Jesucristo según San Mateo 7, 12: («Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos».
Permanecer atendiendo a que esta regla de oro sea el motivo de nuestro obrar es un atajo hacia la conversión del corazón.
Rápidamente nos lleva a darnos cuenta de nuestra continua mezquindad, pero también, a la posibilidad de transformación que reside en el modelo de vida enseñado por el Salvador.
Un Padre al que aprecio mucho y a quién mucho le debo me decía siempre: «¿Qué hemos hecho que no le debamos a Él? ¿ Y qué somos sin Su poder providente?». Aconsejaba leer con frecuencia el Salmo 104 y cuando se pudiera, repasar el libro de Job. ¡Bendice al Señor alma mía, que grande eres!» (Sal. 104, 1).
Recordar esta perspectiva, acordarse de lo pequeños que somos y de la inmensidad en la que vivimos y de las innumerables cuestiones sobre las que no tenemos control, nos vuelve, aunque nos resistamos, un poco mas humildes.
También, revisar con calma nuestra vida pasada, nos llevará a advertir el sentido del dolor y de los fracasos. Cada uno de ellos pareciera venir a mostrarnos la necesidad de abdicar a algún orgullo, a algo que nos habíamos creídos de nosotros mismos.
Sin duda que todo se lo debemos a Dios, también nuestros avances en dirección a la humildad. ¿Que papel nos cabe? Atendernos, para transformarnos y acercarnos al ideal de la regla evangélica.
Ser mansos, dadivosos, íntegros, pueden ser modos que no seamos capaces de alcanzar, pero al menos podemos tender a ello con toda la fuerza de nuestro corazón.
En cuanto a la apoyatura sico -fisica, para que el cuerpo ayude en esta lucha como dices, te recomiendo atender a relajar periódicamente tu cuerpo en medio de las actividades cotidianas. Orgullo y tensión física suelen ir de la mano.
Lo que queremos poseer, los múltiples deseos, la afirmación de nuestra individualidad como separada de nuestros semejantes, deja su rastro en el cuerpo como contracción muscular; como si lo que se hiciera con la mente de inmediato repercutiera en el cuerpo.
No soy un gran conocedor de la literatura en esta materia como para recomendarte varios libros que traten especialmente del orgullo y la humildad. Me ha gustado mucho «A merced de Su gracia» de André Louf (Editorial Narcea).
Pero seguramente los lectores del blog podrán recomendarte algunos más a través de los comentarios a este post.
Te saludo invocando el Nombre de Jesús.
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Les recomiendo especialmente este link y el video que en el se encuentra.
¡Gracias Angelo!!
Tu eres mi Dios
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